viernes, 23 de mayo de 2008

Leer y contar cuentos








Siempre hemos pensado que la buena literatura no tiene edad. Un escritor de libros infantiles o un ilustrador no imaginan donde acabará su historia, quiénes serán sus lectores, o quién la hará suya. Por eso nosotros utilizamos albumes como material de lectura en las clases de español. Frederick de Leo Lionni, Enamorados de Rebeca Dautremer, El canto de las ballenas, de Sheldon y Blyte o El higo más dulce de Chris van Allsburg son un ejemplo de ello. Nuestra propuesta es simple: leer historias y contarlas. Para ello necesitamos textos con distintos grado de complejidad, para lectores de distintos niveles.
Un especialista nos diría que hay que tener en cuenta la edad -son libros infantiles con la etiqueta de entre 5 y 8 años que no es del todo precisa-, pero todos somos bastante niños, y la magia de algunos relatos traspasa barreras invisibles; la cultura, la edad, el sexo, el escaso dominio de una lengua.
Con esta mínima trasgresión podemos conseguir mucho. Los que son primeros lectores ganan confianza y aportan sus dotes narrativas, otros repiten a dos voces el relato para ganarse a la audienza. Algunos son críticos, dicen: Frederick es demasiado simple para adolescentes, y se parece demasiado a la fábula de La cigarra y la hormiga (no sé si es intertextualidad, pero es apasioanate) El tema del enamoramiento es siempre clave entre adolecentes y Dautremer lo infantiliza de una manera que les permite distanciarse, verse a sí mismos y reirse. Las otras dos propuestas son más complejas, sus textos e ilustracciones pueden ser leídas también con el mismo placer por un público adulto.